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martes, 26 de enero de 2010

NEWSLETTER ENERO



"EL INCONSCIENTE COMPETITIVO"

No es lo mismo ser competitivo, que parecerlo. Nos dicen los sociólogos que vivimos en la sociedad de la apariencia, donde no importa lo que uno es, sino lo que “aparenta ser”.

Como estrategia inicial, aparentar, es rentable; el problema surge cuando hay que demostrar la calidad de los productos, la excelencia de los servicios, la realidad tangible y palpable.

El inconsciente colectivo de un país, de una región, de una provincia, traspasa todo tipo de estructuras organizativas. Un país con una cultura excesivamente burocrática, poco emprendedora, y tendente a la pasividad creativa, impregna, lamentablemente la cultura corporativa de cualquier tipo de organización.

Para ser competitivas y poder afrontar sin prejuicios, ni temores, los cambios que se avecinan a todos los niveles: económicos, de los mercados, sociales; las empresas deben estar dirigidas por excelentes equipos directivos.

Un estilo de dirección gerencial, cuya misión es la excelencia, en todos los sectores de la organización, utiliza como herramientas estratégicas: la coherencia y la transparencia; generando una cultura de compromiso laboral.

Nada mejor, para comprometer a todos los miembros de la empresa, como el ejemplo diario del equipo directivo; predicar con el ejemplo genera una auténtica CREDIBILIDAD, a los planteamientos de visión y misión gerencial.

La organización informal de las empresas, es una enorme fuente de información objetiva sobre el INCONSCIENTE COMPETITIVO. Como bien sabemos, la cultura de cada empresa es única, un mundo de relaciones interpersonales, que cohabitan un espacio corporativo al que solemos llamar “vida laboral”.

Las nuevas técnicas y métodos para mejorar la organización del trabajo, y con ello, la productividad y el rendimiento de las empresas, profundizan en el sutil entramado de las relaciones humanas en la empresa. La dirección de la empresa, con el apoyo del departamento de personal, debe crear continuamente unas relaciones humanas saludables; con intencionalidad y un egoísmo (saludable) de generar compromiso sincero con los objetivos de la organización.

Es preocupante, que en muchas empresas, habite un conformismo gerencial, generador de una cultura y un inconsciente corporativo acomodado.

Newsletter mes de Enero 2010

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martes, 19 de enero de 2010

Liderazgo


Hoy en día se habla mucho de liderazgo, y no sólo en el ámbito empresarial, para reconocer a personas o grupos de personas que han sabido destacar por encima de la mediocridad en un determinado campo.

“Liderazgo” o “líder” son palabras que están de moda porque reflejan el éxito obtenido por alguien en alguna rama de actividad, y en esta sociedad del bienestar y del progreso son cuestiones muy a tener en cuenta. Aunque si nos circunscribimos al campo de la gestión empresarial el significado de la palabra “liderazgo” puede tener diferentes matices.

Atendiendo al significado que encontramos en el diccionario de la RAE, Liderazgo es: la situación de superioridad en que se halla una empresa, un producto o un sector económico, dentro de su ámbito. Por ‘líder’ (del inglés leader = guía), entiende el mismo diccionario, persona a la que un grupo sigue reconociéndola como jefe u orientadora. Por tanto, “liderazgo” sería la situación de superioridad y/o reconocimiento de autoridad. Sin embargo, esta definición puede ser completada y enriquecida, pues se nos antoja algo escaso para definir las características y cualidades del líder del siglo XXI.

Un líder ha de tener en primer lugar, una visión convincente que genere una pasión interior capaz de contagiar e inspirar a toda la organización y a todo su entorno, ayudando a convertir la visión (futuro) en realidad (presente), es decir, implantando la visión y la dirección que se han establecido, con el día a día de la empresa.

Manifestar claramente cuál es el destino y hacia dónde hay que dirigirse son facultades del líder.

Otra característica importante es la de implicar a las personas de la organización, motivándolas y comprometiéndolas en el desarrollo de la misma, así como potenciando sus fuerzas o sus capacidades y mitigando sus debilidades. Si el optimismo se contagia, la depresión también, y el líder debe esforzarse en estimular la inteligencia emocional necesaria para reconducir los estados de ánimo de su gente hacia aquellas metas que les entusiasman en el trabajo y hacia aquellas otras que les comprometieron plenamente en épocas pasadas.

Alex Rovira define el liderazgo como: “el arte de influir en las personas para que trabajen con entusiasmo en la consecución de objetivos en pro del bien común”.
¡Reinventarse o morir!, otro atributo del liderazgo. Los líderes tienen siempre hambre de aprendizaje, pues el adquirir aptitudes y actitudes nuevas es una constante en su vida muy necesaria para seguir alimentando la motivación e inspiración de la organización. Valoran, igualmente, no solo los resultados, sino las relaciones de su gente, generando empatía y dedicándoles tiempo para saber de sus metas, sueños, e ilusiones, poniendo especial atención a los pequeños detalles.

Sin embargo, el liderazgo debe ser recurrente y sostenido, y lo que hace que se mantenga en el tiempo es que la base sobre la que se construya esté firmemente cimentada en una serie de valores: humildad, sacrificio, respeto, responsabilidad, bondad, compromiso, coraje, generosidad, alegría, ética, entrega, amor, etc.
Liderazgo y valores suponen una asociación a la que se debe tender para llegar a conseguir un estilo de liderazgo resonante y perdurable en el tiempo. Los valores y las emociones que de éstos se derivan son la fuerza que da la autoridad a los líderes.

Es por ello, por lo que el liderazgo debe ser en esencia servicio a los demás, pues el compromiso nos lleva a servir, y la actitud de servicio hacia los demás nos permite ser la causa del cambio o, lo que es lo mismo, liderar.

Fabiola Moreno, Directora Ejecutiva Aisec Consultores